martes, 22 de noviembre de 2011

lunes, 7 de noviembre de 2011

Cultura Uruguaya texto 1

Cultura de Uruguay: algunos aspectos principales
Hay varios aspectos principales que pueden tener una importante influencia en la cultura de Uruguay. PAra poder aprender y tener un acercamiento claro a como es la cultura de un país, es muy importante considerar una variedad de factores, tales como su pasado y sus eventos históricos principales, su geografía, sus formas de expresión artística, y sus tradiciones entre otros. Aunque la cultura de un país no puede ser nunca descrita de forma exacta a través de unas pocas líneas y quizás no pueda ser descrita con palabras en lo absoluto, intentaremos brindar una aproximación a los principales aspectos de la cultura de Uruguay a través de las próximas líneas.
Cultura de Uruguay: la influencia del pasado
Varios eventos principales en la historia de Uruguay han tenido una influencia muy importante en la cultura del país y la identidad de su población. La cultura de Uruguay fue creada a través de siglos de hechos históricos y eventos tales como el ser invadido por fuerzas extranjeras y luchar por la tierra de vuelta, recibir cantidades importantes de inmigrantes Europeos, atravesar una dictadura muy severa, recobrar el estado de democracia, y sufrir una crisis económica muy dura, entre otros, han tenido un rol fundamental en el moldeo de la cultura del país y de la personalidad de su gente.
Cultura de Uruguay: tradiciones
Los uruguayos están unidos por varias tradiciones los cuales son uno de los factores principales que le dan forma a la cultura del país. Entre estas tradiciones podemos nombrar, por ejemplo, el tomar mate. El "mate", una bebida típica de la región, es una medio por el cual los uruguayos, y a través de el pueden aún reconocer a otro compatriota en cualquier lugar del mundo. Otros elementos tradicionales de Uruguay son su música, las comidas típicas, y los paseos por la rambla, entre muchos otros.
Cultura de Uruguay: muchos otros aspectos
La geografía de un país tiene un fuerte lazo con su gente, sus tradiciones, y su cultura. Este país, ubicado hacia el área sur de América del sur, no contiene montañas ni ningún otro tipo de importantes elevaciones con respecto al nivel de la tierra. Atraviesa un invierno bastante frío y un verano muy cálido, aunque no muy extremos, y con temperaturas moderadas durante primavera y otoño.
Algunas estaciones son muy importantes en relación con las tradiciones de Uruguay, como por ejemplo el verano. Durante algunas semanas del verano, Uruguay vive el carnaval, y uno de los eventos mas importantes durante esta época es la aparición de las murgas y sus espectáculos en los tablados. Las "murgas" son específicamente uruguayas y consisten en un grupo de personas quienes cantan letras creadas por ellos mismos con temas relativos a la sociedad, noticias, el gobierno, y cualquier hecho importante con respecto a la actualidad en una forma principalmente irónica y entretenida.


La Cultura Uruguaya


La cultura de Uruguay se ha ido formando en el transcurso de su historia a través de la influencia de los inmigrantes. Los eventos históricos han tenido influencia en la creación de la actual identidad de su población, así como muchas de las características que componen su estado.
La cultura de Uruguay se conforma a partir de notorias influencias impartidas por diversos aspectos. La historia es uno de esos importantes factores que ha influido notoriamente en la conformación de la cultura y la identidad de su población.
Uruguay es un pequeño país del sur de Sudamérica que obtuvo su soberanía tras haber sido invadido en reiteradas ocasiones y recuperar su libertad en diversas batallas. Ya consolidado como un país independiente abrió sus puertas a los inmigrantes europeos que buscaban una nueva vida alejada de la guerras, adhiriendo así diversas costumbres que se amalgamaron con las tradiciones ‘charrúas’. Toda la cultura rioplatense cuenta con esta importante influencia, sin embargo es un importante centro mundial de desarrollo cultural.
Otro de los importantes hechos que marcó la actual cultura de la población uruguaya fue la cruda dictadura que tuvo que atravesar su pueblo durante la década de los años 70’ y hasta mediados de los 80’.
Durante la década de 1950 Uruguay era considerado la Suiza de América del Sur, eran tiempos de opulencia y su población se acostumbró a vivir como una potencia mundial, a lo cual se sumaban los grandes logros en su principal deporte, el fútbol. El fútbol recorre las venas de la mayoría de los uruguayos y más que un deporte es una pasión, al igual que en Argentina, Brasil e Italia. 1950 es un año inolvidable para los amantes del fútbol mundial, Uruguay (Primer Campeón Mundial en 1930) logra su segunda Copa Mundial en terreno brasileño y ganándole la final al local ante un aforo de 220.000 espectadores, luego de comenzar perdiendo y con la desventaja de que con el empate el campeón era su rival. Ese hecho marcó a fondo la cultura de Uruguay, un país que se acostumbró a las grandes hazañas y que siempre luchó por convertir lo imposible en posible.
La gastronomía uruguaya es como toda su cultura un combinado de recetas de diversas culturas que han sido elaboradas por sus pobladores con sus propias técnicas. Cuenta con excelentes platos y sus materias primas son de primera calidad. Como bebida autóctona destaca el mate, una infusión que gran parte de los uruguayos bebe y que es única de ese país. Este hecho genera en sus pobladores la emoción al encontrarse con su termo y mate en cualquier lugar del mundo.
Exponentes de la cultura de Uruguay
MúsicaEl mayor exponente de la música rioplatense es el Tango, seguido de la Milonga. En la creación del Tango Uruguay ha tenido un importante papel, si bien Buenos Aires es la meca del 2 x 4. Grandes figuras, músicos y cantantes son oriundos de sus tierras y han otorgado grandes letras y partituras al género. Entre los cantantes se destacan Carlos Gardel, Julio Sosa y, actualmente, La Orquesta Filarmónica de Montevideo, considerada la mejor orquesta de tango del mundo. Entre los tangos más famosos originados en la cultura de Uruguay sobresale notoriamente ‘La Cumparsita’, inicialmente una marchita, compuesta por el joven estudiante de arquitectura Gerardo Hernán Matos Rodríguez a fines de 1915 y principios de 1916, para la comparsa de carnaval organizada por la Federación de Estudiantes del Uruguay.
Los tamboriles de candombe: repique, piano y chico
Más cerca en el tiempo se destacan grandes músicos en Uruguay como Alfredo Zitarrosa, Eduardo Mateo, los hermanos Fattoruso, Jaime Ross, Jorge Drexler, Ruben Rada, entre muchos más.
Pero se debe destacar como géneros musicales puramente autóctonos al candombe y la murga. El candombe tiene raíces africanas y se produce con tambores, la murga consta de un coro que canta letras con un alto contenido social en forma irónica y entretenida.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Identidad ECSA

Identidad personal
Desde un punto de vista psicológico puede decirse que identidad personal es la que hace que uno sea “sí mismo” y no “otro”. Se trata pues, de un conjunto de rasgos personales que conforma la realidad de cada uno y se proyecta hacia el mundo externo permitiendo que los demás reconozcan a la persona desde su “mismidad”, esto es, en su forma de ser específica y particular.
La individualidad sólo es posible cuando se exterioriza la personalidad auténtica del ser humano, de manera tal que éste pueda reconocerse a sí mismo como parte de la humanidad en general y simultáneamente, como un ser único y diferente de los demás. Esto es pues, la identidad.
Algunos autores diferencian entre la identidad (en el sentido de identificación) que refieren a información cuantitativa y cualitativa que al ser observable y medible, puede asegurar que se trata de un individuo y no de otro, y la identificación personal que destaca los caracteres propios y distintivos que hacen que cada sujeto pueda diferenciarse de los demás, de esta manera, la identidad personal no se agota en la identificación.
(fuente: http://www.idoneos.com/index.php/concepts/identidad-personal)
Identidad local
1. Introducción
La identidad1 tiene ver con lo que somos, con nuestra historia de vida. Es aquello que nos caracteriza y distingue de los demás, es una necesidad afectiva y una realidad concreta que tiene que ver con el identificarse y con reconocerse y que presupone la existencia de otro del cual distinguirse y diferenciarse.
Al estar la identidad relacionada con la vida del hombre, la misma estará determinada por su circunstancia, por su lugar, por su historia. y así como existe una identidad personal, existe un identidad colectiva, existe una identidad local, común a los vecinos de determinado lugar y diferente a los de otros lugares, así, los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, son diferentes a los vecinos de la Ciudad de Mendoza o de posadas.
Las identidades, particularidades y pluralidades locales tienen garantía constitucional2, y deben ser respetadas pues ellas son cimiento de nuestra identidad nacional.
(Fuente: http://ar.vlex.com/vid/identidad-local-458023)

Conceptos importantes:
La ciudadanía se puede definir como "El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público." (http://plataformacivicaciudadania.blogspot.com/2011/09/una-ley-para-todos.html)
Cultura: Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. (Diccionario de la Real Academia Española)
Memoria: Recuerdo que se hace o aviso que se da de algo pasado.(Diccionario de la Real Academia Española)
Patrimonio: 1. m. Hacienda que alguien ha heredado de sus ascendientes.


martes, 16 de agosto de 2011

Dioses Griegos


La Acrópolis de Atenas


Acrópolis de Atenas














Religión Griega

LA RELIGIÓN



La religión griega fue politeísta (le rindió culto a numerosos dioses) y antropomórfica (las divinidades eran concebidas y representadas con forma humana).


Los dioses eran inmortales y eternamente jóvenes. Su residencia era en el Monte Olimpo, donde Zeus, el más poderoso de ellos, reinaba sobre todos.



La imaginación de los griegos atribuyó a los dioses las mismas costumbres de los hombres. Hubo entre ellos parentescos y matrimonios, celos, rivalidades y uniones. Intervinieron a veces en las querellas de los hombres, como se ve en la Ilíada, donde unos dioses protegen a Troya y otros a los griegos. Gradualmente hubo doce dioses que quedaron destacados entre los demás. En el año 750 a.C., Hesiodo escribió la historia de esos doce dioses del Monte Olimpo.
El relato de la vida de los dioses (mito) forma la mitología griega.


CULTO DE LOS GRANDES DIOSES



Zeus, jefe de los hombres y de los dioses, habitaba en las altas cimas del Olimpo, en los palacios construidos para él por su hijo Hefaisto, dios del fuego y de la industria.


Repartió el gobierno del mundo con sus hermanos: Poseidón, sobre los mares y Hades era el señor del mundo subterráneo. El dominio propio de Zeus era el aire. Regulaba los fenómenos atmosféricos, y el rayo era su arma característica. Los griegos hicieron de Zeus no sólo el dios supremo, sino también el dios justo y bueno, síntesis de la inteligencia divina que mantiene el orden, tanto en el mundo moral como en el mundo físico.



Hera, esposa de Zeus, era la diosa protectora del matrimonio y de los nacimientos, y presidía como divinidad tutelar todas las manifestaciones de la vida familiar.
Démeter, hermana de Zeus, era la diosa de la tierra fecunda. Enseñó a los hombres la agricultura: protegía el desenvolvimiento de la semilla.
Atenea, era la diosa de la razón y de la sabiduría. Hija de Zeus, la leyenda decía que el dios la había desprendido de su cabeza.
Apolo y Artemisa, eran los hijos de Zeus y de Latona. Apolo se identificaba con el Sol; Artemisa, diosa de la noche se identificaba con la Luna.
Apolo era el dios protector de la música y de la poesía. Se le suponía capaz de revelar a los mortales la voluntad de su padre Zeus, y por eso se hizo famoso su santuario de los Delfos, en Fodicia; allí los oráculos exponían los designios divinos.
Ares, era el dios de la guerra y de los combates.
Afrodita, la diosa del amor y de la belleza.
Hermes, era el mensajero de los dioses y el patrono de los oradores y de los comerciantes.
Dionisos, dios selvático, figuraba igualmente entre los grandes dioses. Era hijo de Zeus. Dios de la viña se le reverencia en fiestas tumultuosas, celebradas en ocasión de la vendimia.



Los dioses griegos suelen ser más conocidos por sus nombres latinos, pues a consecuencia de la conquista de Grecia por Roma, los dioses de ambas regiones, de parecidos atributos, se confundieron en una sola figura divina en la siguiente forma:



NOMBRE GRIEGO NOMBRE LATINO
Zeus............................................ Júpiter Hera............................................ Juno Atenea......................................... Minerva Artemisa...................................... Diana Afrodita........................................ Venus Démeter....................................... Ceres Apolo........................................... Febo Hermes........................................ Mercurio Ares............................................. Marte Hefaistos...................................... Vulcano Poseidón...................................... Neptuno Hestia...........................................Vesta





Fuente. http://www.e-mas.co.cl/categorias/religion/rgriega.htm

DIOSES GRIEGOS














domingo, 14 de agosto de 2011

La helenización de oriente

Alejandro quiso fusionar el mundo griego con las ancestrales culturas de Oriente tanto política como culturalmente: fue tolerante con las religiones locales y las costumbres de cada región. Y fue más allá: proyecto la creación de una raza universal a partir de la mezcla entre la griega y la persa; esta política recibió el nombre de homonia. Este plan se oponía al concepto griego de ciudadanía, la cual no se otorgaba a bárbaros y extranjeros.
A pesar de que alcanzó una gran extensión el imperio de Macedonia tuvo una duración muy breve. Los descontentos y las conspiraciones comenzaron cuando Alejandro adoptó ciertas costumbres políticas persas. Él y varios de sus oficiales contrajeron matrimonio con muchachas de la nobleza persa y, posteriormente, adoptó la representación divina que los persas adjudicaban a sus gobernantes.
En un ambiente tenso, desencantado e incierto, Alejandro prepaó su última conquista, la de la India, la cual no pudo lograr ya que al llegar, sus tropas temerosas y cansadas por el largo trayecto recorrido, se negaron a avanzar. Alejandro cansado y enfermo regresó a Babilonia y ahí murió. El imperio se dividió entre sus generales: Seleuco heredó una buena parte de Persia y fundó la dinastía seléucida, Ptolomeo en Egipto originó la dinastía ptolomaica y Antígono se convirtió en rey de Macedonia.
Hacia el año 327 a.n.e, y como consecuencia del establecimiento de los reinos macedénicos, surgió en la India un peque�o imperio encabezado por Chandragupta, rey de Magada, quien, uniendo al resto de los pequeños reinos de la región, fundó la dinastía Maurya, controlando la zona norte de la India.
La dinastía Maurya duró cien años, siendo el último rey Asoka, quien se encargó de propagar una religión muy importante para la India y el sureste de Asia: el budismo.
Con la muerte de Asoka, la India entró en un periodo de conflictos e invasiones que serían resueltos hasta el 327, cuando surgió una nueva dinastía del reino de Magada: la Gupta.
Durante el reinado de los guptas, del 327 al 467, la cultura india alcanzó un desarrollo notable; las matem�ticas, la literatura, la astronom�a, las artes y otras disciplinas florecieron en las universidades indias que se establecieron en dicho periodo. Sin duda, la India se convirtió en el centro de los avances científicos y culturales de aquel entonces.
El desarrollo y prosperidad de los guptas desapareció en el 467, cuando oleadas de pueblos guerreros de Asia central llamados hunos, devastaron y desmembraron al imperio.
El contacto entre los griegos y los pueblos de Medio Oriente y la India produjeron un fenómeno conocido como helenismo, el cual consistió en la fusión cultural, científica y artística entre dichos pueblos.
La India aportó a esta unión formas de pensamiento enteramente distintas a la griega, por ejemplo:
a) El hinduismo, base de la civilización india, pretendía formar una armónica e inamovible sociedad de castas donde quedaban delimitadas las funciones de sacerdotes, guerreros, productores, comerciantes, y servidores.

b)
El budismo, religión que proponía el perfeccionamiento espiritual a través de la práctica de ciertas virtudes como la bondad, la caridad, la paciencia y la pureza moral.
Los griegos, por su parte, aportaron su pensamiento racionalista y su búsqueda de equilibrio, la armonía; lo primero se vio reflejado en el florecimiento de notables pensadores en las provincias del imperio; lo segundo en el arte oriental, que incorporó dichos principios a sus obras. Queda finalmente decir que el arte griego, gracias al helenismo, incorporó el realismo en sus obras, sin ocultar fealdad, vejez o imperfecciones.
La importancia del Imperio macedónico para la antiguedad clásica estribó en abrir las puertas de Asia al pensamiento griego y viceversa. El conocimiento generado por dicho intercambio permaneció mucho tiempo después de que los reinos macedónicos hubieran desaparecido. Su legado sería aprovechado y difundido por otras culturas, que formaron su pensamiento a partir de las culturas helénicas.


Fuente:


domingo, 7 de agosto de 2011

El período neo-batllista por Carlos Real de Azúa

El período neo-batllista


* Real de Azúa, Carlos,


“Uruguay, ¿una sociedad amortiguadora?”, EBO-CIESU, 1984,
págs. 60-65



Llama la atención a nuestra altura histórica que si tantas y tan sustanciales fueron las identidades entre la experiencia uruguaya del neo-batllismo, la argentina del peronismo y la etapa brasileña Vargas-Kubitschek-Goulart, sea tan “a posteriori” que esta afinidad se subraya. Aquí, debe suponerse, es el mismo carácter amortiguado del fenómeno el que tiene que ver con esta falta de ostensibilidad, de saliencia, con esta –dígase– baja tensiónde su modo de incidir. Y el mismo término: “neo-batllismo”, con que se le suele distinguir representa, de seguro, el más claro fundamento de esa tibieza, de esa flojedad. Debe admitirse, claro está, que el mero uso del rótulo no descartaría por sí mismo la originalidad del fenómeno ni tampoco lo haría el diagnóstico tardío sobre su verdadera naturaleza: al fin y al cabo peronismo y varguismo fueron prácticas previas a su inscripción en una categoría –la “populista”– que había portado en Rusia y en los Estados Unidos acepción bastante diferente .
Sin embargo –y de alguna manera– una convicción generalizada de que el país había reanudado hacia 1948 una tradición política cortada quince años antes y que esta tradición era consustancial con el país mismo, sus posibilidades y sus exigencias, era algo más que un mero espejismo, una falsa representación fomentada –si otras apariencias no lucieran– por el apellido del líder y por el lema del partido gobernante. Si se comparan las líneas políticas a ambos lados del Plata es posible advertir, para comenzar, una mayor flexibilidad del sistema jurídico e institucional uruguayo para ajustarse a las nuevas exigencias. No en balde tenía el Uruguay una constitución aprobada en 1942 y aún tendría otra en 1952 (esta ultima de sesgo “antipersonalista”) y ambas mucho más ajustadas a una política de asignación de bienes a las masas que el obsoleto texto argentino de 1853 y las limitaciones de las autonomías provinciales con que el peronismo tuvo que iniciar su trayectoria.
Pero las franquías diferentes que para una política populista y modernizadora podían representar en los dos países los respectivos textos fundamentales significan relativamente poco sobre el fondo más amplio de una fluidez para el cambio involucrada en el Uruguay por una tradición que ya era una “tradición para el cambio”. Si esto es así, tampoco puede rebajarse la importancia que adquirió la incidencia del sistema bipartidario. La legislación electoral, como se decía, tendía a esclerosarlo y a quitarle capacidad de respuesta para coherencia. Debe observarse aun que esta aptitud para canalizar nuevos reclamos tuvo su cara opuesta en un algo más negativo: una corriente político-social nueva que es entubada por vías preexistentes pierde siempre mucho de su energía original al ser tramitada, aun dócilmente, por un aparato institucional demasiado viejo.
Si la tradicional aptitud receptiva del sistema político para nuevos significados queda así apuntada, procede también marcar esa otra constante del desarrollo uruguayo que representó la menor preeminencia comparativa de una clase superior y dominante a planos económico, político, social y cultural. Es posible que esa situación haya sido la razón bastante segura de que en este populismo uruguayo lucieran con una debilidad cercana a la invisibilidad esas consignas igualitarias y antioligárquicas que tanta estridencia cobraron y aun tanta trascendencia tuvieran en el proceso argentino posterior a 1946.
Pero si seguimos mirando a la estructura social se hace relevante asimismo la sustancial ausencia de esos sectores marginados de modo total, tanto en términos espaciales como socio-culturales, que caracterizaron los puntos de partida argentino y brasileño y cuya primera movilización política tanto impacto ejerció (53). Si se le coloca simétricamente con el registrado antes es fácil advertir que los dos polos de explosividad del sistema –el superior, el inferior– quedaban de esta manera singularmente embotados. La síntesis posible es, entonces, que con escaso desplazamiento del eje del poder social y casi ninguna amenaza de promoverlo –aun con escasísima perspectiva de una irrupción que viniera de los niveles bajos según el temor de la clase alta fuera capaz de inferirlo– el populismo neo-batllista – que aun con tantas restas lo fue consistió a nivel social en un simple desplazamiento de acento. Digamos: un desplazamiento del acento redistributista hacia los sectores menos favorecidos aunque siempre dentro de una coalición de clases y grupos que no sufrió ninguna radical transformación.
También el neobatllismo experimentó la misma dificultad y aun la misma reticencia en movilizar el coligante nacionalista que ya fue marcado en el batllismo original y en la etapa de democracia radical de las primeras décadas del siglo (54)). Las variables “dimensión” y “consistencia” nacionales entran igualmente en juego aquí y muchas razones militan para que en el país no se haya dudo con hondura de pasión colectiva nada parecido al nacionalismo de entonación “ufanista” que han conocido o conocen Argentina, Chile, Brasil o México.
Tampoco, sin embargo, debe olvidarse en este punto la cuestión decisiva del “quantum” de presencia foránea sobre todo en el área económica y en los fenómenos visibles de dependencia y mediatización de las decisiones nacionales en que pudiera manifestarse. Eneste plano ya había cambiado bastante la condición del país puesto que el Convenio Militar de Asistencia Recíproca con los Estados Unidos fue ratificado en 1953 y las nuevas corrientes de redependencia económica y financiera estaban en curso. Pero así como la reivindicación nacionalista tradicional fue articulada entre 1910 y 1930 a través del partido opositor, entonces, a partir de 1945 y 1950, las nuevas expresiones del nacionalismo y el antimperialismo que reforzaron la tenaz presencia de aquélla corrieron por vías sustancialmente separadas (intelectuales, universitarias) del proyecto político e ideológico que desde el poder se propiciaba. Es de creer que también esta simetría vale la pena de subrayarse, aunque sea para aceptar enseguida que queda abierto al debate si los fenómenos de la dependencia, la explotación económica, la mediatización de las decisiones en materia política interna o externa eran tan débiles como podría de lo anterior inferirse o, simplemente, se hacían todavía menos perceptibles de lo que después se hicieron o, cuando menos, parecían menos contradictorios al proyecto de país al que esa mayoría adhería.
Lo cierto es que la línea internacional de Luis Batlle y su partido permaneció fiel a la línea pro-occidental y pro-defensa hemisférica que se había implantado firmemente en el Uruguay en la década del cuarenta como verdadera pauta internacional. Sobre esta base, empero, el populismo uruguayo se unió, aunque moderadamente, a ciertas modulaciones argentinas y brasileñas de política exterior, algo que puede decirse, en especial, respecto a las metas concretas que éstas seguían. La afirmación “occidentalista” fue así aguada –y aun se podría decir condimentada– cuando ella apareció unida (como lo hizo el gobernante en ocasión de su viaje a los Estados Unidos y, crecientemente, en los últimos tiempos de su mando) a cáusticas observaciones sobre la calidad de la democracia que los Estados Unidos decían propiciar en Latinoamérica y a perentorios reclamos de apoyo a los planes de desarrollo económico e industrial que el Uruguay, entre otras naciones del hemisferio, comenzaba a concebir. Y mayor violencia adquirió aun su denuncia del sabotaje que los grandes consorcios internacionales de comercialización lanera hacían objeto a la exportación uruguaya de la fibra, cuando ésta empezó a presentarse, según lo hizo desde entonces, en estado semi o totalmente elaborado.
El componente nacionalista de esta peculiar experiencia populista fue, empero, aun con estos énfasis, comparativamente débiles. Es este un dictamen que, como resulta fácil advertirlo, se alinea en forma notoriamente coincidente con todos los anteriores, lo que también ocurre con aquél que merecen otros dos y complementarios elementos que nos faltan agregar para cerrar este balance.
Uno es relativamente menor y tiene que ver con la personalidad misma del líder, variable estratégica de indudable relevancia en el tejido de las coaliciones populistas. Político profesional de raza, brioso gallo de pelea parlamentaria y periodística, Luis Batlle Berres, pese a cierta módica aptitud de arrastre que sería aventurado calificar de “carismática”, estuvo siempre mucho más cerca del dirigente partidario de un sistema pluralista estable que del tipo lideral que pudieron representar en América Latina Getulio Vargas, Perón o aun
el general Carlos Ibáñez.
Pero muchas de las diferencias que pudieran anotarse entre estos y el dirigente uruguayo dimanaron en buena parte de la escuela y aun de la tradición en que fue formado. En este paso final de la presente reflexión, postulo simplemente que la muy consistente tradición liberal, radical y laica que el cuasi-populismo y su líder asimilaron no dejó de ejercer considerable influencia. Batlle “el joven”, personalmente, a través de una firme socialización ideológica familiar; su partido que, pese a considerables retoques se siguió diciendo fiel al viejo batllismo , cargaron a la postre contenidos que, pese a tantas diluciones, no fueron fácilmente convertibles a esos típicos compuestos doctrinales (“justicialismo”, “trabalhismo”) que sostuvieron a las políticas populistas. Póngase nada más que el caso de la enérgica orientación antifascista que desde los años treinta y por más de un cuarto de siglo se generalizó y ahondó en el país. Supongo que no exige dilatada demostración la de que no representó un componente fácil de integrar en esos pragmatismos oportunistas, muy nutridos empero de elementos religiosos, militares, nacionalistas y hasta telúricos con que las doctrinas populistas se presentaron en Latinoamérica a esa altura de su desarrollo nuevas fuerzas que ya estuvieran, por sí, cabalmente articuladas pero esto no significa que no pudiera seguir combinando una pétrea estabilidad en sus apariencias, tradiciones y llamado emocional con una alta elasticidad para recoger y agregar ciertos reclamos sociales, ello, incluso, de una manera mucho más indiscriminada de lo que reclamaría un mínimo de